Las discusiones en un hogar donde conviven uno o varios perros con varios miembros de una familia son bastante frecuentes, el ambiente puede llegar a ser de alta tensión.
La decisión de tener uno o varios perros tiene que estar consensuada con todos los miembros de la familia, bien meditada y tomada en base a información recogida previamente sobre el perro en concreto a adquirir. El problema está en que nos decidimos por lo que nos entra por los ojos, como animales visuales que somos, y nos dejamos llevar por la apariencia del perro, sin pararnos a pensar si es el tipo de perro idóneo para nuestras características, como por ejemplo si somos una familia sedentaria o una familia que le gusta ir al monte. Elegir el tipo de perro correcto es fundamental para prevenir futuros problemas de conducta.
Otro punto polémico son las obligaciones que lleva tener un perro dentro de la familia. TODOS los miembros de la familia se deben implicar en el cuidado y la atención del perro. Lo que no puede pasar es que una o dos personas sean las responsables únicas en todo lo que se refiere al perro, tiene que haber una repartición de tareas (paseo, comida, aseo, juego...) y lo ideal sería que todos fuesen capaces de interactuar con el perro en todos estos aspectos. Esto es básico para una buena convivencia y para que el perro se sienta integrado dentro de la unidad familiar.
Por último, si se quiere tener un perro bien educado, tiene que haber una coherencia en las normas y límites que se pongan al perro y en el uso de las órdenes verbales. Todos los miembros de la familia se deben poner de acuerdo en qué límites y normas van a poner al perro dentro de casa y qué determinadas órdenes verbales se van a usar: si se va a subir al sofá o no, si se le va a dar comida fuera del horario de comidas del perro, si va a poder entrar en cualquier estancia de la casa o no, etc. Lo que no se puede hacer es confundir al perro y que no sepa cuando puede hacer una cosa y cuando no.
Para tener un entorno agradable donde poder tener una buena convivencia es imprescindible que los miembros de la familia lleguen a decisiones consensuadas y a ponerlas en práctica con coherencia.
La decisión de tener uno o varios perros tiene que estar consensuada con todos los miembros de la familia, bien meditada y tomada en base a información recogida previamente sobre el perro en concreto a adquirir. El problema está en que nos decidimos por lo que nos entra por los ojos, como animales visuales que somos, y nos dejamos llevar por la apariencia del perro, sin pararnos a pensar si es el tipo de perro idóneo para nuestras características, como por ejemplo si somos una familia sedentaria o una familia que le gusta ir al monte. Elegir el tipo de perro correcto es fundamental para prevenir futuros problemas de conducta.
Otro punto polémico son las obligaciones que lleva tener un perro dentro de la familia. TODOS los miembros de la familia se deben implicar en el cuidado y la atención del perro. Lo que no puede pasar es que una o dos personas sean las responsables únicas en todo lo que se refiere al perro, tiene que haber una repartición de tareas (paseo, comida, aseo, juego...) y lo ideal sería que todos fuesen capaces de interactuar con el perro en todos estos aspectos. Esto es básico para una buena convivencia y para que el perro se sienta integrado dentro de la unidad familiar.
Por último, si se quiere tener un perro bien educado, tiene que haber una coherencia en las normas y límites que se pongan al perro y en el uso de las órdenes verbales. Todos los miembros de la familia se deben poner de acuerdo en qué límites y normas van a poner al perro dentro de casa y qué determinadas órdenes verbales se van a usar: si se va a subir al sofá o no, si se le va a dar comida fuera del horario de comidas del perro, si va a poder entrar en cualquier estancia de la casa o no, etc. Lo que no se puede hacer es confundir al perro y que no sepa cuando puede hacer una cosa y cuando no.
Para tener un entorno agradable donde poder tener una buena convivencia es imprescindible que los miembros de la familia lleguen a decisiones consensuadas y a ponerlas en práctica con coherencia.
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